jueves, 25 de noviembre de 2010

TANTALO/ Christian Reyes


Tántalo
En la mitología griega Tántalo era un hijo de Zeus y la oceánide Pluto, rey de Frígia o del monte Sípilo en Lidia. Se convirtió en unos de los habitantes del Tártaro, la parte más profunda del Inframundo, reservada al castigo de los malvados.

Fue padre de Pélope, Níobe y Broteas, con la pléyade Dione. Robert Graves dice que su esposa también pudo ser Euritemista (una hija del dios-río Janto), Eurianasa (hija del dios-río Pactolo) o Clitia (hija de Anfidamante)

Se conoce a Tántalo por haber sido invitado por Zeus a la mesa de los dioses del Olimpo. Jactándose de ello entre los mortales, fue revelando los secretos que había oído en la mesa y, no contento con eso, robó algo de néctar y ambrosía y lo repartió entre sus amigos.

Tántalo quiso corresponder a los dioses y les invitó a un banquete que organizó en el monte Sípilo. Cuando la comida empezó a escasear, decidió ofrecer a su hijo Pélope. En lo que constituye un arquetípico rito de iniciación chamánica, descuartizó al muchacho, coció sus miembros y los sirvió a los invitados. Los dioses, que habían sido advertidos, evitaron tocar la ofrenda. Sólo Deméter, trastocada por la reciente pérdida de su hija Perséfone, «no se percató de lo que era» y se comió el hombro izquierdo del desdichado. Zeus ordenó a Hermes que reconstruyera el cuerpo de Pélope y lo volviera a cocer en un caldero mágico, sustituyendo su hombro por uno forjado de marfil de delfín, hecho por Hefesto y ofrecido por Deméter. Las parcas le dieron vida de nuevo y así obtuvo nuevas cualidades. Para reforzar su iniciación en los misterios divinos, Poseidón secuestró al nuevo Pélope y lo llevó al Olimpo, haciéndole su amante.
Un último crimen terminó por colmar la paciencia de los dioses: cuando Pandáreo robó el mastín de oro que le había hecho Hefesto a Rea para que cuidara del recién nacido, Zeus se lo dio a Tántalo para que lo ocultara. Una vez pasada la alarma inicial sin que se supiera nada del perro, Pandáreo le pidió que se lo devolviera, pero Tántalo le juró por Zeus que nunca había oído hablar de él (otra versión invierte los papeles y hace de Tántalo el ladrón y de Pandáreo el ocultador). Escandalizado Zeus por el perjurio o por el robo, aplastó a Tántalo con una roca que pendía del monte Sípilo y arruinó su reino.
Después de muerto, Tántalo fue eternamente torturado en el Tártaro por los crímenes que había cometido. En lo que actualmente es un ejemplo proverbial de tentación sin satisfacción, su castigo consistió en estar en un lago con el agua a la altura de la barbilla, bajo un árbol de ramas bajas repletas de frutas por los crímenes que había cometido. Cada vez que Tántalo, desesperado por el hambre o la sed, intenta tomar una fruta o sorber algo de agua, éstos se retiran inmediatamente de su alcance. Además pende sobre él una enorme roca oscilante que amenaza con aplastarle.
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